Maravatío, Mich.- El día de hoy autoridades municipales acompañados de alumnos de las escuelas de Maravatío conmemoran el natalicio de don Melchor Ocampo quien nació en la hacienda de Pateo, Michoacán, el 6 de enero de 1814. De sus padres no se sabe nada. Se dice que desde pequeño lo adoptó su madrina de bautizo, doña Francisca Javiera Tapia, rica hacendada. Estudió en Morelia y posteriormente se trasladó a la ciudad de México, donde cursó la carrera de abogado. En 1840 emprendió un viaje a Europa, radicando algún tiempo en París. Hombre de gran cultura, filósofo y estudioso. De regreso a México figuró como diputado por Michoacán para luego ser electo gobernador de su entidad natal en 1846. Fue obligado a expatriarse por la dictadura de Santa Anna a la ciudad de Nueva Orleáns, donde entabló amistad con Benito Juárez, Ponciano Arriaga y José María Mata, con quienes formó la Junta Revolucionaria que desde el exilio coadyuvó con el levantamiento para derrocar a Santa Anna, el cual cristalizó en la revolución de Ayutla, encabezada por Juan N. Álvarez, en marzo de 1854.
Liberal de corazón se unió a las causas de la Reforma, colaborador más cercano a Juárez, siendo uno de los redactores principales de las Leyes de Reforma, en especial la concerniente a la creación del Registro Civil y al establecimiento del matrimonio civil, donde su famosa “Epístola”, La Epístola de Melchor Ocampo, leída por más de cien años a quienes contraían matrimonio, hasta que los reclamos de género hicieron que se omitiera.
Terminada la Guerra de Reforma, al triunfo de los ejércitos liberales, Ocampo rechazó cargo alguno en la nueva administración de la República y se refugió en su hacienda de Pomoca para rehacer sus negocios, cultivar la tierra y vivir en paz con su familia. De ahí fue sacado de manera artera por esbirros de Leonardo Márquez, de las fuerzas conservadoras de Félix Zuloaga, y haciéndole un somero juicio fue condenado a morir fusilado, ejecutándose la sentencia el 3 de junio de 1861, a los 47 años de edad, habiendo sido colgado su cadáver de un árbol. Antes de morir fusilado, con la serenidad que lo caracterizaba dijo: «Muero creyendo que he hecho por el servicio del país cuanto he creído en conciencia que era bueno.» Sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
