En días pasados revisando mis correos me llegó uno que me llamo la atención y precisamente me fue enviado el día de mi cumpleaños de lo cual doy gracias a Dios por permitirme un año más de vida, la verdad es que en estos días he estado muy inquieto por razones muy personales, pero al final de cuentas he descubierto que no todo es catastrófico, sino todo lo contrario, aun se tiene mucha vida por delante y es cuando uno debe aprovechar todas las oportunidades que se nos ofrecen y por lo tanto debemos estar de pie y bien firmes en el suelo para no perder la ecuanimidad cuando mas creemos que estamos derrotados, por ello quiero compartir estas reflexiones con todos mis dilectos lectores y más con aquellos que muchas veces manifestamos que ya hemos dado todo cuando en realidad nos falta mucho por hacer, reitero que comparto este texto con todos los trabajadores jubilados y muy en especial con aquellos que decimos ¿y ahora qué hacemos? Así mismo a aquellos que se encuentran deprimidos o amargados y esta es la reflexión tome íntegramente de quien me la envió: Hola Juan Miguel: HOY TE CONTARE LA HISTORIA DE LA MUERTE DE UNA VACA, QUE ASI FINALMENTE TRAJO ALIVIO A SUS DUEÑOS.
La historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos por qué muchas personas viven atadas a una vida de postergación y no logran superar los obstáculos que les impiden triunfar.
Para impartir su lección al joven aprendiz, aquella tarde el maestro había decidido visitar con él algunos de los lugares más pobres y desolados de aquella provincia. Después de caminar un largo rato encontraron la que consideraron la más humilde de todas las viviendas.
Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más distante de aquel caserío, debía ser -sin duda- alguna la más pobre de todas. Sus paredes milagrosamente se sostenían en pie, aunque amenazaban con derribarse en cualquier momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua.
Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella casucha de 10 metros cuadrados pudiesen vivir ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse en aquel lugar.
Sus viejas vestiduras y sus cuerpos sucios y malolientes eran prueba del estado de profunda miseria reinante. Curiosamente, en medio de este estado de escasez y pobreza total, esta familia contaba con una posesión poco común en tales circunstancias: una vaca. Una flacuchenta vaca que con la escasa leche que producía, proveía a aquella familia con el poco alimento de algún valor nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era la única posesión material de algún valor con que contaba aquella familia. Era lo único que los separaba de la miseria total. Y allí, en medio de esa precariedad pasaron la noche, el maestro y su novato discípulo. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada y antes de emprender la marcha, el maestro le dijo a su discípulo: “Es hora de que pongas atención a la lección que has venido a aprender”.
Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el maestro sacó una daga que llevaba en su bolsa y degolló la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda, ante los incrédulos ojos del joven. Maestro, dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta, que amerita dejar a esta familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca, que representa lo único que posee esta familia?”
Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven el maestro se dispuso a continuar la marcha, ambos partieron sin poder saber que suerte correría aquella familia ante la pérdida de su única posesión. Durante los siguientes días, una y otra vez, el joven era confrontado por la nefasta idea de que, sin la vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre. Un año más tarde, los dos hombres decidieron regresar nuevamente por aquellos senderos a ver que suerte había corrido aquella familia. Buscaron la humilde posada nuevamente, pero en su lugar encontraron una casa grande.
Era obvio que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y había construido una mejor vivienda.
¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y sus hijos? ¿Qué habría sucedido con ellos? Todo esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que, vacilante, se debatía entre tocar a la puerta y averiguar por la suerte de los antiguos moradores o continuar el viaje y evitar confirmar sus peores sospechas. Cual sería su sorpresa cuando del interior de aquella casa salió el hombre que un año atrás le diera morada en su vivienda. ¿Cómo es posible?, preguntó el joven. Hace un año en nuestro breve paso por aquí, fuimos testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara? Ignorante del hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la muerte de su vaca, el hombre relató cómo, coincidentemente, el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su vaca, había degollado salvajemente al animal. El hombre continuó relatándole a los dos viajeros cómo su primera reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la vaca había sido su única fuente de sustento. El poseer esta vaca le había ganado el respeto de sus menos afortunados vecinos, quienes envidiaban no contar con tan preciado bien. Sin embargo, continuó el hombre, poco después de aquel trágico día, decidimos que a menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos.
Después de algún tiempo comenzamos a vender algunos de los vegetales que sobraban y con este dinero compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros vegetales en el puesto del mercado. Así pudimos tener dinero suficiente para comprar mejores vestimentas y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva. El maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante relato del hombre, llamó al joven a un lado y en voz baja le preguntó:
¿Tú crees que, si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra? Seguramente no, respondió el joven.
Su vaca, fuera de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de postergación y miseria.
Al no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, así no fuese más que una flacuchenta vaca, debieron tomar la decisión de buscar algo más.
En otras palabras, la misma vaca que para sus vecinos era una bendición, les había dado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total, cuando en realidad estaban viviendo en una profunda pobreza total..
Trayendo esta historia a nuestra sociedad moderna y salvando las grandes diferencias que seguro nos separan, podemos extraer importantes lecciones. Así es cuando no tenemos lo suficiente. Lo modesto que tenemos se convierte en un castigo, ya que no nos permite buscar más. No somos felices con ello, pero no somos totalmente infelices. Estamos insatisfechos con la vida que llevamos, más no lo suficiente como para querer cambiarla.
¿Ves lo trágico de esta situación? Cuando tenemos un trabajo que nos disgusta totalmente, que no suple nuestras necesidades económicas mínimas y no nos trae ninguna satisfacción, es fácil tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor. No obstante, cuando tenemos un trabajo del cual no gustamos demasiado, que suple nuestras necesidades básicas, pero no nos ofrece la oportunidad de progresar adecuadamente; que nos ofrece cierta comodidad, pero no la calidad de vida que verdaderamente deseamos para nosotros y nuestra familia, es fácil conformarnos con lo modesto que tenemos. Muchos de nosotros también tenemos vacas en nuestra vida. Ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a cierto grado de postergación, dándonos un falso sentido de estar bien, cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir que pueden permitirnos alcanzar un nivel de vida muy superior. Oportunidades que sólo podremos apreciar una vez hayamos matado nuestras vacas mentales, las tenemos en cada nivel de bienestar en que estemos personalmente, así pues creo firmemente que tenemos que ver la vida de otra forma desapareciendo de nuestra estructura mental todo lo negativo que vemos de la vida, parece irrisorio el contexto de terminar con nuestras vacas mentales que no nos permiten crecer más para ser mejores cada día, pero esto es muy necesario. Sea para todos mis dilectos lectores el mejor año 2017. Hasta pronto.